Fecha
Miércoles, 17 de abril de 2024.
Horario
19 horas
En la segunda sesión, Raquel Salgado presenta la pieza El recorrido de las lenguas.
El recorrido de las lenguas es una acción coreo performática que da espacio a lo ininteligible del lenguaje desde el cuerpo y la textura de la fonación. La voz hace una danza con la lengua y las vísceras, se alía con el gesto del cuerpo para darle cauce a aquello que no se puede nombrar. Esta performance muestra la tensión entre lo indescifrable y lo que se enuncia, la pausa y el caos, los susurros amplificados y las crudas vociferaciones en el espacio. Un lenguaje que se desborda en el cuerpo para acariciar con la voz.
Raquel Salgado. 1992, CDMX. Docente, coreógrafa y bailarina. Se enfoca en procesos asociativos e interdisciplinares que van de lo visceral a lo formal, creando narrativas no lineales en donde resalta la relación entre cuerpo, performance, danza, espacio, lenguaje y sonido. Su práctica abre espacios que oscilan entre lo improvisado y lo preconcebido, lo visible y lo invisible. Ha compartido talleres dentro de centros psiquiátricos con hombres mayores y mujeres adolescentes.
*Crédito de la imagen: Guillermo Boehler.
Al principio era el sonido.
Sobre El recorrido de las lenguas de Raquel Salgado
Ciclo curatorial Lo dijo con la mano, ¿cierto?
Diseño sonoro: Rodrigo Ambriz
Iluminación: Lauri Abad
Por Isaac Torres
Espacio oscuro y en silencio. Se prende un reflector desde arriba que nos deja ver a la artista de pie en medio de un rectángulo hecho por unas líneas marcadas en el suelo, alrededor espectadores sentadxs sin silla, con eso es suficiente. Desde el inicio, la presentación de Raquel Salgado nos enseña que artista, obra y escenario son, a veces, la misma cosa, espacio compartido y tejido, cuerpo-obra-escenario. Y como todo cuerpo, el de este número puede pensarse en tres dimensiones, que en esta ocasión serán lo inconsciente, lo sonoro y lo político.
Freud pensó desde La interpretación de los sueños [1], con su esquema del peine, un aparato psíquico ligado al cuerpo con un polo de percepción y otro motor, entre los cuales se encuentra el sistema de memoria, las huellas mnémicas, seguidas por el sistema inconsciente (Icc) y preconsciente (Pcc). Estas huellas, en tanto marca, son imagen sensorial, inscritas principalmente por el dolor, eso que fue excesivo y dejó marca; la figuración de estas se dan posteriormente gracias a los sistemas Icc y Pcc. En un segundo momento [2], piensa la pulsión como eso que hace frontera entre lo corporal y lo anímico, con varios niveles de representación desde su agente hasta la representación-palabra. Este cuerpo, cuerpo mnémico y pulsional, no tiene una sola vía de satisfacción, para Freud [3] es polimorfo, pues el objeto es lo más variable de la pulsión y su meta puede alcanzarse mediante diversas vías. En otras palabras, el cuerpo no tiene una sola forma de organización sino múltiples, no es un cuerpo ordenado-lineal, sino variante, rizomático, rítmico. El ordenamiento sería efecto de la cultura o de un dispositivo, tal como lo enseña Foucault.
Raquel nos deja ver en sus movimientos esta posibilidad múltiple del cuerpo: (des)doblarse, trazar un infinito de posibilidades, el cuerpo que se deja llevar por su sin-sentido, movi-asociación libre, múltiples direcciones, incluso contradictorias; cuerpo deseante y moviente. Cuerpo fragmentado que para Lacan [4] reaparece en los sueños, pero que también se deja ver en el arte, aunque de forma velada. Es un cuerpo que sólo después será atravesado por el lenguaje, pero al principio era huella y fragmento. El cuerpo pulsa, y en tanto pulsional genera movimientos: psíquicos, corporales, textuales.
Este número es danza sin-sentido, pero tejida. No es caos, es un texto corporal a la par que una composición sonora en vivo desde la cabina de audio, sonoridad que también es cuerpo: visceral, gutural, vocal, respiración, pulsación, lo que John Cage descubrió como el silencio más ruidoso, los ruidos del cuerpo. Esta obra-cuerpo nos aproxima en escena a ese inconsciente sin-sentido y atemporal, pero que puede tener un tiempo retroactivamente.
Para Lacan [5], a diferencia de la lingüística, lo que tiene primacía sobre el significado es el significante, el significante está arriba y lo que desplaza son los significados. Significante es huella sonora, pero que toca el cuerpo y sólo podrá significar después, con un discurso, pero es en sí dis-curso, des-figura, como la danza butō nos lo deja ver. Antes que las palabras y las lenguas, era el sonido.
En su trabajo, Lacan [6] piensa al sujeto siempre en relación al Otro, un Otro del inconsciente, un Otro que es la batería de los significantes, que hará recortes en el sujeto, pero este ya es también cierto ordenamiento. Además de lo Simbólico y lo Imaginario está lo Real, a lo cual sólo podemos aproximarnos veladamente; irrumpe de repente en la angustia. Este sujeto se habla con su Yo, un Yo que es ante todo un Yo-cuerpo, lo cual se deja ver en esta puesta en escena-cuerpo.
Corte. Palabras en la oscuridad de la artista: “Que nadie sea sometido a menos que ese sea su deseo”, palabras que nos llevan a pensar el terreno del masoquismo. Freud [7] descubrió en el Yo una parte masoquista constitucional, de la cual Deleuze hará una lectura más amplia. Para Deleuze [8], el sadismo y el masoquismo son dos lógicas diferentes: el masoquismo busca operar con acuerdos y contratos, mientras que el sadismo es el acto por el acto, la transgresión. Esta acotación de Deleuze nos recuerda que el deseo, aunque sea masoquista, puede ser mediado por lo simbólico, contrato que puede darse con el habla. Freud siempre entendió el deseo como inconsciente, sin embargo, puede hacer figura: ya sea en el sueño, el síntoma, el lapsus o el chiste. Sea cual sea, la figura ya es terreno de lo acordado (aunque sea formación de compromiso). Por lo tanto, el sadismo es más cercano a la lógica del Amo, a la explotación del otro como objeto. El masoquismo, con los acuerdos, puede salvarnos del sadismo. Hablar, escribir, pintar, bailar, la creación como respuesta y resistencia a la explotación de hoy en día. Las violencias pequeñas nos pueden salvar de las grandes. Representar y no llevar al acto; mejor los actos fallidos que pasaje-al-acto.
Otro corte. Aparecen palabras-balbuceos de la artista a quien podemos ver gracias a un reflector lateral. El balbucear da sentido retroactivamente y deja ver el atiempo que ha transcurrido, suficiente para entender que ha pasado todo un recorrido y que el final se acerca, tan rápido –ha sido ya casi una hora. ¿Qué ha pasado? No lo sabemos con certeza, sabemos que ya no hay significados, incluso podemos no recordarlo, como pasa con lo inconsciente y las huellas, pero el cuerpo sabe que algo ha pasado, algo nos ha tocado y movido. Aunque sean balbuceantes, las palabras nos ayudan a reconstruir algo a posteriori, no es necesario entenderlo todo, sin embargo, ellas ayudan a acomodar algo, ahí está su importancia. Las palabras dan luz.
No hay que perder de vista el lugar donde esta presentación tiene lugar. Un escenario el cual tiene debajo una ruina arqueológica de los tiempos antes de la conquista, un vestigio pre-colonial. Ruina y escenario nos llevan a pensar el espacio. Michel de Certeau [9] diferenció el lugar del espacio: el lugar es la suma de los elementos, el espacio es lo que se narra de ese lugar; el lugar ya está dado, el espacio se construye activamente y puede cambiar tantas veces como sea necesario gracias al lenguaje, que no es poca cosa: el lugar puede devenir espacio. El lugar es mapa fijo; el espacio es recorrido, es movimiento; el lugar es estático, el espacio puede transformarse. Raquel nos enseña la posibilidad de narrar, sobre las ruinas, una historia diferente: la posibilidad de hacer algo con el dolor, con esos significantes que marcaron al cuerpo, hacer algo con la angustia tan ruidosa que ensordece, recuperar los restos y construir. Hablar también es un acto corporal.
No hay que perder de vista la posición política de la artista: una mujer, que al bailar, crea un espacio. Judith Butler insistió en que el cuerpo es también un espacio: político, de lucha, de resistencia y con posibilidad de tener nuevos significados. Una mujer, en un país como México, con todo lo que eso implica, crea algo nuevo sobre las ruinas que quedaron después de la colonialidad. Bailar es crear espacios con y desde el cuerpo. Bailar es un narrar y escribir con el cuerpo. Toda escritura es un acto corporal. Toda escritura, aunque sea en papel, es un baile.
Ya lo decía Freud: el psicoanálisis y el arte trabajan con restos arqueológicos para construir nuevas formas. Recuperar las ruinas, por más doloroso y angustiante que sea, y crear a partir de ellas nuevas posibilidades para una vida que valga la pena ser vivida.
Lista de referencias