Lo dijo con la mano, ¿cierto?_03 ¿Es esto un dueto?

Ciclo de literatura performática

Fecha

Jueves, 16 de mayo de 2024.

Horario

19 horas

Lo dijo con la mano, ¿cierto? es un ciclo curatorial concentrado en los usos performáticos y expandidos de lo literario en las artes vivas donde performers y bailarines se cuestionan sobre la cinética del lenguaje y su uso en múltiples relaciones con el movimiento.

En la tercera sesión, Coral Montejano y Rosa Villanueva presentan la pieza ¿Es esto un dueto?

¿Es esto un dueto? propone una especie de juego, a veces absurdo, a veces solemne, entre dos bailarinas que escriben y se mueven en el espacio. Pone en diálogo y fricción la aparente naturaleza efímera del movimiento con la aparente permanencia de la escritura.

También es una investigación histórica que se pregunta sobre lo que han sido los duetos en danza. La idea del dueto como concepto y como discurso. Es agitar la idea preconcebida que se tiene sobre lo que puede o no suceder cuando dos bailarinas están en escena. Es, sobre todo, una pregunta que abre espacios sin encontrar respuestas.

 

Artistas invitadas

Coral Montejano Cantoral es bailarina, coreógrafa e investigadora. Su trabajo se ha presentado en diversas plataformas de México e Inglaterra como Abeerance, Celebraciones Carnales, Festival Encender un Fósforo, Encuentro Nacional de Danza, Salón de Danza UNAM, CASUL UNAM (DAJU), entre otros. Ha publicado textos acerca de la obra de Yvonne Rainer, Jérôme Bel, La Ribot y Rebecca Horn; así como ensayos experimentales, entrevistas y reseñas de obras de danza en plataformas como Nexos Cultura, 2 (da) Cuadernos de Danza, The Wonderful World of Dance, Danza UNAM, Cátedra Gloria Contreras, Museo El Eco y Punto de Partida.

Sus intereses coreográficos deambulan en pensar la relación entre danza y escritura; así como el diálogo entre lo efímero, la permanencia, el archivo y la memoria corporal. Su investigación de movimiento se informa principalmente de prácticas somáticas como son el método Feldenkrais y la Improvisación de Contacto, en donde pone importancia al proceso y a la experimentación.

Rosa Villanueva es licenciada en Coreografía por la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea y egresada del Programa Profesional de “The Ailey School” en Nueva York. Rosa formó parte del sexto elenco del Centro de Producción de Danza Contemporánea (2021-2022).

En 2019 fue acreedora a un apoyo por parte del CENART para la co-producción de “Erizo”, pieza interdisciplinaria a estrenarse en el marco del 25 Aniversario del Centro Nacional de las Artes. Ese mismo año fue asistente de coreografía de Amanda Piña para la pieza On fire/calentamiento global. Ganadora del premio a la mejor videodanza con la pieza Isolated birthday bajo la categoría Stay Home Screendance dentro del festival de videodanza de Portland en el año 2020. Ganadora de la convocatoria Coreógrafos emergentes 2021 del TCUNAM con la pieza ADXN & EVX, apoyo para la coproducción y creación de la propuesta con integrantes del Taller Coreográfico.

Sus piezas coreográficas han sido presentadas en festivales como: Festival de arte y ciencia de la UNAM (2023), Festival Internacional de Danza de Jalisco (2022), Festival LDC Danza (Madrid, 2021), Portland dance film festival (2020), CIRCA-ART 20:20 en Piccadilly Circus, Londres (2020) Festival de danza contemporánea Nellie Campobello (2020), Muestra movimiento audiovisual (2019), DID2017, Festival Subterráneo Escénico y Festival Solos en tránsito, entre otros.

CRÓNICA

Nervio Trémulo

Por Nadia Lartigue

Tuve que apelar a la memoria del momento en el que sucedió la presentación de la obra de Coral, Rosa, Jonás y Lauri. Mi presente, en realidad, es puro pasado.

 

Parte 1

Esta noche me encuentro con altos dolores neuropáticos y la posición de estar sobre una silla no me es nada obvia, hace días que no me siento. Si en algún momento no aguantara más las vértebras, tengo planeado resbalarme por el borde del asiento hacia el piso, como derritiéndome discretamente en lo oscurito. Entonces, leo en una pantalla frente a mí: “Sentir en las manos el nervio trémulo y que se retuerza”. Me toco la cadera y respiro hondo. No estoy temblando, todo bien, pero tengo la sensación de que me están hablando a mí, personalmente. Unos minutos después, aparece proyectada la afirmación: “Reside en los nervios y en la imaginación”. En ese segundo, siento una punzada ciática. Afortunadamente, mis ojos encuentran cómo fugarse con Rosa, que se sacude y me desarticula un poquito los pensamientos más inmediatos relacionados con mi ombligo; me propone sensaciones más abstractas, más inciertas. Sabrosas, como las de “la fruta y el jugo de la fruta”. Ahí pienso, ¡qué chingona es la poesía, carajo! Mi cuerpo se logra relajar y empiezo a dejarme llevar por la pieza con una curiosidad más serena: “Muerde las interrogaciones, silencio, la curiosidad”. Me pregunto por qué llevan puesto un vestuario.

Me sumo a la reivindicación del movimiento y de la danza desde su potencia poética y reflexiva (que no requiere de otra explicación teórica que lo que ya es).

Me sumo a la reivindicación de la improvisación como una forma de producción de conocimiento y de escucha. Cuerpos que vibran y toman decisiones a partir de la misma práctica performativa.

Me sumo al goce de la lectura, así como al goce de la experiencia de espectadora que lee en los cuerpos subtextos y secretos al mismo tiempo que estos escriben espacios.

Me sumo a Mónica Valenciano y a morder la memoria.

Me sumo a la obsesión coreográfica.

Reconozco algunas estrategias de estos cuerpos para abordar el espacio, un tipo de lenguaje dancístico. Entiendo el dispositivo inicial, en el que se propone un texto que se está escribiendo en vivo, en yuxtaposición con otro que se está trazando a través de un cuerpo. El que ambas cosas se escriban juntas, en principio, me emociona; intento encontrar las cuerdas y tensiones entre texto escrito y texto bailado, entre lo improvisado y lo no improvisado. Me surgen dudas sobre el peso de la palabra convertida en imagen proyectada verticalmente, el riesgo de que la imagen aplaste a la presencia de un cuerpo frágil en medio de un espacio negro. En el vaivén de mis ojos que intentan acompañar simultáneamente el desarrollo del texto y del movimiento, por momentos pierdo la capacidad de entrar en el motor interno de la improvisación de movimiento. Entonces, me vuelvo a preguntar… ¿por qué llevarán puesto un vestuario con rodilleras? Regreso a la lectura: “la sensación de que lo inmediato es saborear”, y saboreo. Ellas se alternan.

 

Los versos se convierten en citas y mis ojos entran en conflicto. Esta es la contradicción que se me está viniendo encima: por un lado, siento un regocijo al reconocer los nombres de Hamilton, Paxton, Valenciano (a ella, en particular, la quiero mucho), Bardet, Leigh Foster, entre otros. Siento que yo sé hablar ese lenguaje y que por lo tanto otra vez me están hablando a mí, personalmente. Mi ego se infla tantito, se me olvida el nervio (ciático) y empiezo a rellenar el escenario de prejuicios absurdos. Entro en una suerte de ridícula competencia intelectual con ellas. Las encasillo en algo cool y me hago la que sé de qué están hablando. Pero por otro, cada vez que un verso se convierte en cita, algo en mí se entristece. Sacrificar esa poesía absurda y sugerente para convertirla en algo que justifica a otro algo. ¡Paren! Se nos está por escapar la potencia. ¡Ayyyy, era tan extraña la fruta y el jugo de la fruta! ¡Carajo! ¡Las citas! ¡Qué complicadas son las citas! Me vuelvo a mirar el ombligo y me cuestiono sobre mi propia relación con las citas en relación a la escena. Cada vez que se cierran unas comillas, ¿muere una danza posible? Estoy convencida de la importancia de las citas en mi vida, pero me preocupan sus efectos secundarios. La escucha se me convirtió en juicio y me fui un poquito a la mierda. ¿Cómo hacer para que las citas den marometas?

 

Me sumo a la reivindicación del movimiento y de la danza desde su potencia poética y reflexiva (que no requiere de otra explicación teórica que lo que ya es).

 

En realidad, no tengo idea si me están invitando a sumarme a nada, pero yo interpreto a mi antojo y me sumo igual.

 

Parte 2

Dos cuerpos improvisan en el escenario. A partir de ahora, lo que sucede en la pantalla ya no es una acción aparentemente decidida por una persona en vivo, sino algo decidido por una máquina que suma, borra y mueve a su antojo. La velocidad de la máquina es mayor a la de la mano, da la sensación de que algo se volvió un poco loco.

Entonces, las manos de la una se ocupan del cuerpo de la otra. Se tocan, sin tocarse…  una suerte de contact improvisation sin contact. Se me hace que por eso traen rodilleras. Escanean sus cuerpos, hacen presentes sus manos. Trazan contornos y evidencian formas      para entrar en una suerte de danza fotocopia. Lectura, escaneo, fotocopia, impresión. La imitación es probablemente la primera estrategia de aprendizaje del movimiento para todos los bichos. En este juego, se van alternando la guía y la seguidora. Me interesa cómo interpretan esta premisa de maneras tan distintas y me clavo en analizar esta diferencia.

Cuando Coral guía, Rosa se aproxima a sus propuestas a partir de un cuerpo reactivo que no requiere de una literalidad en su imitación, es decir, copia aproximadamente, absorbe más el ritmo y dirección que la forma exacta. Rosa juega al esténcil en el momento mismo en que la cosa sucede. Cuando Rosa guía, en cambio, Coral imita de manera formal, aunque llegue más tarde que Rosa a las comas y los puntos del movimiento. Coral juega a la fotocopia una fracción de segundos después de que la cosa suceda. Una hace interpretación simultánea y la otra consecutiva.

Tengo cierta fascinación por volver a confirmar lo distintas que son sus estrategias. En la simultánea, se abre una bifurcación al final de una frase de movimiento, posibilidades. En la consecutiva, se reafirman sentidos y direcciones. No tengo idea de si ellas son conscientes de esa diferencia mientras lo hacen, pero para mí se vuelve un clarísimo parámetro de lectura desde el cual entro en el juego que proponen, sin pelar al texto que baila verticalmente en la luminosa pantalla de atrás. Después de un rato, eso sí, me doy cuenta de que la pantalla se llenó de la palabra coreografía. Miro lo escrito y lo que se está escribiendo. Dice fiesta. ¡Las citas se dieron marometas! Y empieza una fiesta. El beat lo anuncia y el cuerpo lo reafirma. Repetición, pulso, volumen, luz violeta. Leo clítoris, labios, vagina, vulva. No me di cuenta en qué momento la cosa se puso sexy. Tampoco estoy segura de entender por qué sigo intentando mirar la pieza desde mi propio desajuste neuropático, eso no es muy sexy. Pero marco el ritmo con el talón y una partecita del cuello. Todavía no me resbalo de la silla.

Aprovecho este espacio para seguir citando a Mónica Valenciano, con todo lo extraño que puede ser citar.

Cuando el no-tiempo toca el cuerpo, algo se ha bailado, vibra la piel del espacio, lo perdido se presenta.
[Mónica Valenciano. La voz del cuerpo (Acústica del movimiento). 2015, Pliegos de Teatro y Danza 61]

 

desconcierto nº8:

practicar la sonrisa de una rana

cruzan la espalda registros de una entraña fugaz

 

presentación de la herida como documento

(ensayo único)

 

el horizonte presenta: pensamiento de una flor marchitando

 

practicar un gesto lleno de lugares

ojos de patio

 

[Mónica Valenciano. Octava: un pescador con subtítulos. 2008, Escrito a lápiz]

 

 

De Steve, nombraría su relación con la gravedad.

De Susan, la noción de ensayo en la práctica política.

De Cristina, la búsqueda.

De Isadora, la mascada que la mató.

De Dallal, el dancing mexicano.

De Clarice el laberinto, el océano y el cáncer de ovario.

De Marie, las palabras que se van tallando sentido por frotación, la membrana y ahuecar.

 

Decidí partir de las citas proyectadas para hacer mi propio poema:

Tengo un río que nada
partiendo la sangre
muerde la memoria
¿qué necesita un silencio?
que se rebele

Y qué sucede si los cuerpos se salen
ese encuentro que es la memoria
un huerto de frutas repleto de manzanas maduras, muertas, secas, marchitas
es acumulativa y reside en los nervios
en la memoria sentimos
la lengua

 

¿Y Jonás?