En mañanas el aire fresco hace volar las sábanas en el jardín. Mamá se afana en acomodarlas, doblarlas y poner todo en su lugar, mientras un cocodrilo las observa, vuelan, dibujan y se mueven el aire, invitan a jugar, pero ella no quiere jugar, está trabajando. Las sabanas nos envuelven, nos rodean y nos hacen bailar, el tiempo nunca es suficiente y mamá dice que es hora de guardar. El cocodrilo se sienta en un rincón, le sale humo por las orejas y no sabe qué hacer. Su pataleo se convierte en música, sus manotazos en una danza y el berrinche dura lo mismo que una canción. Para recuperarse hay que respirar, oler las flores y dejarse llevar. A las flores y a los cocodrilos les gusta chapotear, el agua inunda los sentidos y el público se integra el juego. A veces, sin previo aviso y sin motivo, alguien necesita rugir, gritar con todas sus fuerzas, puede que asuste, pero después de la sorpresa siempre viene la calma. Movimientos continuos, repetitivos, infinitos como los de un conejo.

Presenta: Compañía Ballet Incluyente

Síguelo a través de Youtube. Disponible hasta el 23 de diciembre de 2021